Se considera un Estado fallido a un estado soberano que ha fallado en la garantía de servicios básicos, pérdida de control físico del territorio, o del monopolio en el uso legítimo de la fuerza,
la erosión de la autoridad legítima en la toma de decisiones, incapacidad para interactuar con otros Estados, como miembro pleno de la comunidad internacional.
Por lo general, un Estado fallido se caracteriza por un fracaso social, político y económico, por tener un gobierno débil o ineficaz, que no provee ni puede proveer servicios básicos, y que presenta altos niveles de corrupción y de criminalidad.
Tras diez años de recuperación, crecimiento y desarrollo en lo económico, político y social, con el liderazgo del expresidente Rafael Correa, el Ecuador de hoy se ha convertido en un Estado fallido, producto de la traición e incapacidad para gobernar de Lenin Moreno, el actual presidente de la nación, quien asumió el poder el 2017 y hasta ahora ha resultado un verdadero fracaso.
Según varios sondeos, Moreno cuenta con apenas un 15% de apoyo popular, es decir el 85% de los ecuatorianos rechaza al mandatario por lo antes mencionado, por traidor e incapaz, a ello se ha sumado el más escandoloso caso de corrupción en la historia del país como es el INA Papers, en el que estaría involucrado el presidente Moreno, su familia y amigos, con cuentas millonarias en paraísos fiscales y apartamentos en la costa mediterránea europea.
En Ecuador cualquier funcionario público hace lo que le da gana. Los poderes Ejecutivo y Legislativo violan las leyes y la Constitución de la República, el Poder Judicial al servicio de las mafias económicas y políticas persigue y encarcela inocentes, la Policía viola los derechos humanos y arrastra a los ancianos y ciudadanos en las calles, más los asesinatos y asaltos por doquier hacen del Ecuador, un Estado fallido.